Dictadores. En César sólo manda César. XXVII•XI•MMX

Tras la expulsión del último rey en el año 509 antes de Cristo, Roma decidió constituir una nueva forma de gobierno llamada República [Res publica], creando un nuevo magistrado al frente del Estado, el Cónsul.

Para no dejar el poder estatal en una sola mano, decidieron que serían dos cónsules los que gobernarían con igual poder cada uno, el cargo sería anual, y la decisión de un cónsul podría ser revocada por el otro, así nadie tendría el poder absoluto.

En el afán de rozar la perfección como Estado, incluso legislaron que cada cónsul no podría tener menos de 42 años de edad, garantizando así la experiencia.

Como ostentación cada cónsul sería acompañado por 12 lictores, cada uno de los cuales portaba un haz de ramas [fasces], con una o dos hachas insertas en su interior, que simbolizaba el poder para castigar y ejecutar.

Bruto y Publícola, primeros cónsules


Pasaron solamente diez años de gobierno republicano, cuando los romanos vieron necesario crear una nueva magistratura, la [Dictatura], para resolver situaciones críticas en las que se necesitara la decisión rápida y eficaz de una sola persona.

Esta magistratura estaría compuesta por un [Dictator, dictador] que a su vez elegiría un [Magíster equitum, lugarteniente o comandante].

La duración del cargo no sería superior a 6 meses, en los cuales el dictador tendría en sus manos todo el poder y nadie podría criticar ni censurar su labor, con la salvedad de que pasados los 6 meses del cargo, el dictador volvía a ser un ciudadano de a pie y podía ser juzgado por sus actuaciones anteriores. Y por supuesto si cada cónsul era acompañado por 12 lictores, al dictador le acompañaban 24.

Lictor


Aunque esa magistratura ahora nos pueda parecer alejada de un sistema democrático, fue una forma de gobierno totalmente regulada y que salvó a Roma del caos en varias ocasiones, incluso evitando alguna que otra guerra civil e invasión.

Como nota se puede decir que antes de la dictadura de Sila, en el año 82 a.C.,  fueron nombrados 85 veces dictadores en Roma, de los cuales muy pocos llegaron a cumplir los seis meses de gobierno, renunciando al cargo antes.

Como hecho curioso y digno de admiración está el ejemplo de Lucio Quincio Cincinato, el cual había abandonado toda actividad política y se dedicaba a la agricultura.

Cuando murió el cónsul Publio Valerio Publícola fue requerido por el senado para ocupar el puesto de cónsul suplente, ocupó el cargo y cuando finalizó volvió al arado.

Cincinato abandona el arado, Ribera


A los dos años de este hecho, fue llamado para salvar a Roma de la invasión de los ecuos y los volscos, otorgándole el senado el cargo de dictador.

Cincinato derrotó a los invasores en 16 días, tras los cuales rechazó todos los honores y el título de dictador y se fue otra vez a labrar el campo. Pero por si no fuera suficiente ejemplo de patriotismo y civismo, fue requerido otra vez 19 años después, cuando ya era un anciano de 82 años, y como no, volvió a ocupar el cargo de dictador salvando otra vez a Roma y abandonando el cargo de la misma manera.

Cincinnati, la ciudad del Estado de Ohio, en Estados Unidos, recibió este nombre en honor a Cincinato. Hoy se puede ver allí la estatua en su memoria.

Estatua de Cincinato, Cincinnati, U.S.A.


La leyenda que hay en la placa de la estatua explica el por qué;
Lucius Quintio Cincinnatus. Alrededor del 458 a.C. Aquí se puede ver al legendario romano, después de haber derrotado a los Ecuos y rescatar al ejército romano. Con una mano devuelve las fasces, símbolo del poder designado como dictador de Roma. Su otra mano sostiene el arado, ya que vuelve a la vida de un ciudadano y agricultor. Nuestra ciudad fue llamada así en 1790 por el gobernador Arthur St. Clair, miembro de la Sociedad de Cincinnati, una orden revolucionaria cuyo primer presidente fue George Washington. Dado a la ciudad para honrar el espíritu voluntario del ciudadano-soldado, Cincinnatus, `por miembros de la Asociación de Amigos de Cincinnatus.

Pero la magistratura quedaría corrompida y exterminada con los dos últimos dictadores que tuvo la República.

El 2 de noviembre del 82 a.C. el general Lucio Cornelio Sila Felix había tomado Roma por la fuerza, acabando con una guerra civil y proclamándose dictador.



Sila


Y la dictadura de Sila traería consigo algo desconocido para los romanos, las proscripciones, contra los partidarios de Cinna y Cayo Mario, que habían sido sus opositores en la guerra civil.

Se empezaron a colgar listas con los nombres de los “enemigos de la República”, se contaron por miles los muertos y perseguidos, aparte de ser confiscadas todas sus propiedades, lo que conllevó denuncias falsas simplemente para apropiarse de las propiedades de los proscritos. Apiano describe lo que sucedió así;

[…Inmediatamente Sila condenó a muerte hasta cuarenta senadores y cerca de mil seiscientos de los llamados “caballeros”. Parece haber sido el primero que estableció listas de personas condenadas a muerte, fijando recompensas para quienes las mataran o capturaran y castigos para quienes, en cambio, les dieran refugio. Después de poco tiempo, agregó más nombres a los de los senadores proscritos…Todo servía para acusarles: la hospitalidad, la amistad, el dar o recibir dinero prestado…]

Y después de toda esta locura, en el 79 a.C. Sila reunió a la Asamblea popular y declaró que renunciaba a los poderes dictatoriales. Licenció a los lictores y a la guardia personal y como antaño era costumbre, se declaró dispuesto a responder de sus acciones como dictador si alguien así lo deseaba.

No presentando nadie ninguna proposición, descendió lentamente de la tribuna y se fue a su casa tranquilamente. Se cumplía así un hecho histórico, había sido el único dictador que ocupando el cargo por la fuerza renegaba de él voluntariamente.

Pero hay una curiosidad que conviene destacar. Cuando Sila comenzó con las proscripciones, no sólo ejecutaba a los oponentes sino que intentaba dirigir la vida de los que quedaban vivos, y un episodio con uno de estos perdonados hay que reseñarlo.

Sila envió un mensajero a la casa del sobrino de Cayo Mario y yerno de Cinna que como hemos visto fueron sus oponentes, con la orden de que el joven se divorciase de su mujer si quería conservar la vida, el joven que no contaba con más de 18 años le dijo al mensajero;

"Dile a tu amo que en César sólo mánda César"
El joven era Cayo Julio César, y sorprendentemente Sila le perdonó la vida. El dictador, viendo la alegría que los senadores mostraron por su perdón les recriminó diciéndoles;

“Alegraos con su perdón, pero no olvidéis lo que os digo, porque un día ese joven de aspecto indolente e inofensivo causará la ruina de vuestra causa. ¡Hay muchos Marios en César!"
Hay que señalar que la guerra civil la provocaron Mario y Cinna dando un golpe de Estado a la República.

Efectivamente, ese joven, sería el que acabaría definitivamente con la República 37 años después.

Tras dar un Golpe de Estado contra la República, consiguió que le nombrasen dictador perpetuo, pero ni eso le bastó, el quería implantar una monarquía de derecho a toda costa, hablamos de monarquía de derecho porque la de hecho ya la tenía y lo que deseaba era una monarquía hereditaria, apropiándose de un término que sería perpetuado por su heredero y sobrino Octavio, Imperator.

Pero el 15 de marzo del 44 a.C. 23 puñaladas acabarían con el último dictador de Roma, Cayo Julio Cesar, 23 puñaladas acabarían con una magistratura que había sido fundamental en la República, 23 puñaladas acabarían con la República.


Asesinato de César



De este personaje hablaremos en otra ocasión.

De él nos queda un mes, julio, nombre que le puso al mes de su nacimiento, la cesárea, una dudosa atribución a la operación por la que nació del vientre de su madre, y la primera autopsia documentada de la que hay constancia, por la cuál se sabe que ninguna de las 23 puñaladas fue mortal, murió desangrado y nadie se ofreció a socorrerle.

Cuando hablamos de dictador nuestra mente nos lleva a imaginar los dictadores de nuestra época o los de un pasado no muy lejano, ciertamente los regímenes autoritarios se han apropiado de la simbología y la terminología con la que los romanos definían a esa magistratura, el águila imperial republicana, el término fascista de “fasces”, Zar de “Cesar”, Kaiser de “Caesar”, incluso Mussolini ordenó grabar “SPQR” en todas las alcantarillas de Roma.

Y es lógico que el  término dictador nos lleve a imaginar el cargo como algo negativo, pues ninguno de éstos dictadores de un pasado cercano o contemporáneo, ni fueron designados democraticamente para 6 meses, ni tampoco estarían dispuestos a abandonar el cargo para irse a labrar el campo, ninguno de los más recientes, ni tuvieron ni tendrán la más mínima dignidad de decirle a su pueblo;

"Aquí me tenéis, juzgadme por mis actos si lo creéis conveniente".
Y un último apunte ¿Seríamos capaces de decirle a un hipotético Sila lo mismo que le dijo Julio César? Seguramente no, y estoy seguro que denunciaríamos al vecino para quedarnos con sus propiedades.

Pero hubo un tiempo en el que no fue así, fueron 418 años en los que el cargo de Dictator era algo natural, constitucional y necesario.

Hicieron un desierto y le llamaron Paz. XVII•XI•MMX

Contaba con 12 años recién cumplidos cuando a la sombra de los naranjos en Andújar (Jaén) escuché por primera vez el relato de las Guerras Púnicas de manos del padre Ezequiel, el cuál compaginaba sus labores de docente en el Seminario con el cuidado de las plantas, empezó su relato por el final, explicándome como tras la destrucción de Cartago en el año 146 antes de Cristo, los soldados romanos labraron la tierra con sal para que jamás volviese a florecer vida en aquella ciudad del norte de África.

Cartago

Me contó como acabó así la existencia de la capital de la República Cartaginesa, y comenzó la hegemonía de Roma en el Mediterráneo.

El padre Ezequiel era consciente de que las preguntas fruto de mi curiosidad no tardarían en llegar, así pues, el domingo siguiente me acerqué a los naranjos y le hice dos preguntas:
-¿Por qué Roma llegó a tal extremo con esa ciudad? ¿No hubiese sido más rentable el sometimiento y no la destrucción?-.

Seguramente las preguntas no fueron expuestas en esos términos tan explícitos, pero lo que si recuerdo es la risa jocosa del padre Ezequiel que mirándome fijamente me dijo:
-La respuesta a esas preguntas y a la barbarie a la que es capaz de llegar el género humano se resume en una sola palabra, terror-.

Y comenzó a relatarme en episodios la historia desde el inició, comenzó explicándome como Roma había vencido en la primera guerra contra los cartagineses, que conocemos como Primera Guerra Púnica desarrollada entre los años 265 al 241 a.C.

En esta primera contienda Roma se apoderó de Sicilia que pasó a ser una provincia romana y tras la misma hizo que los cartagineses tuvieran que pagar una indemnización a Roma demasiado alta.

Aún no saciados los romanos, hicieron que Cartago tuviese que pagar otra indemnización más elevada que ya resultaba casi humillante en el 237 a.C., además de apropiarse de Cerdeña y Córcega que serían organizadas como provincias en el 227 a.C.



Fin primera Guerra Púnica

Polibio relataría que esa prepotencia de Roma y la humillación a la que se sometieron a Cartago sería la causa del inicio de la Segunda Guerra Púnica.

Pero no sólo esa humillación que describía Polibio sería suficiente motivo para comenzar otra guerra.

Inexplicablemente los cartagineses decidieron pagar a Roma y para ello tuvieron que expandir los dominios que ya tenían por el sureste de Hispania.

Los romanos por su parte temerosos de que Cartago tuviese el control de Hispania acordaron que bajo ningún concepto los cartagineses sobrepasarían el río Ebro.

Con la curiosidad de que según parece anteriormente los romanos habían concertado una alianza con Sagunto, ciudad esta que quedaba dentro de los límites cartagineses, por ello en la primavera del 219 a.C. el general cartaginés Aníbal puso sitio a Sagunto, hecho que supuso una declaración de guerra para Roma. La ciudad aguantó ocho meses el asalto pero al final fue tomada por Aníbal sin que los romanos socorriesen a la misma.

Roma envió a Cartago una embajada, dirigida por Quinto Fabio Máximo, exigiendo que se les entregara a Aníbal y los senadores que le habían acompañado. Tito Livio lo describiría así;

[…Quinto Fabio alzando la parte anterior de la toga como si hubiera algo dentro de ella, dijo: -Aquí os traigo la guerra y la paz, ¡elegid!-. Los cartagineses respondieron: -¡Elige tú mismo!-. Entonces dejando caer la toga, Quinto exclamó: -¡Os doy la guerra!-, a lo que los presentes exclamaron que la aceptaban y que la conducirían con la misma decisión con la que la habían elegido…]

Quedando la guerra declarada a comienzos de la primavera del 218 a.C. el Senado romano decidió dar dos golpes contundentes, por un lado envió a España al ejército del cónsul Publio Cornelio Escipión, y el otro cónsul, Tiberio Sempronio, debía dirigirse a África.


Escipión el Africano

Pero en una maniobra genial y que aún hoy es admirada, Aníbal se dispuso a conquistar la península Itálica atravesando con su ejército los Alpes, en una demostración de fuerza insólita hasta el momento.



Aníbal

Derrota tras derrota los romanos tuvieron que soportar con temor la presencia en Italia de los cartagineses, hasta que el 2 de agosto del 216 a.C. en la llanura cercana a Cannas ese temor se transformo en terror. Los informes que fueron enviados a la ciudad de Roma sobre la batalla dejaron sumidos en el pánico a todos sus habitantes. De 80.000 romanos que lucharon, 70.000 murieron en la batalla, el resto de los romanos huyeron o fueron hechos prisioneros, además había que sumar a la catástrofe la muerte en la batalla de uno de los cónsules, Lucio Emilio Paulo.

Y extrañamente después de Cannas, Aníbal teniendo todo a su favor para asestar el golpe definitivo a la ciudad de Roma, no la conquistó. Tuvo la oportunidad de cambiar el curso de la historia para siempre y no lo hizo.

Su comandante de caballería, Mahárbal, le recriminaría;

[…La verdad es que los dioses no se lo conceden todo a una misma persona.
Sabes vencer, Aníbal, pero no sabes aprovechar la victoria…]


Y como si de un partido de fútbol se tratara, en el que, quien perdona termina perdiendo, en el 202 a.C. en la batalla de Zama, Roma vencería definitivamente a los cartagineses, curiosamente en la única batalla que perdió Aníbal.

Las consecuencias fueron para Cartago desastrosas, seguiría siendo un Estado independiente, pero quedaba privado del derecho de declarar cualquier guerra sin el consentimiento del pueblo romano, por supuesto los cartagineses tenían que pagar todos los daños de guerra e incluso mantener las tropas de Roma en suelo africano con su dinero durante tres meses, Cartago perdía también todas sus posesiones fuera de África, y por si no fuese suficiente, debían entregar 100 rehenes a Roma que serían elegidos por Escipión, que a partir de ahí sería apodado como “el Africano”.


Fin segunda Guerra Púnica

Pero aunque Roma venció en esta guerra, el miedo continuó instalado en la sociedad civil, el término “Hannibal ad portas” “Aníbal en las puertas”, se convirtió en una alocución para definir el terror romano, terror que fueron transmitiendo a sus hijos.

Ese miedo se hizo tan generalizado que incluso Marco Porcio Catón en sus discursos solía terminar diciendo;

[…Ceterum, censeo Carthaginem esse delendam]
[…Por lo demás, pienso que Cartago debe ser destruida]

Y por supuesto, pasados ya 50 años desde que Aníbal estuviese "ad portas", Roma buscó un pretexto para acabar con sus miedos y no fue otro que hacer que Numidia incitara a que Cartago le declarase la guerra, lo que supuso una violación del tratado de la anterior contienda que les obligaba a no iniciar ninguna guerra sin el consentimiento romano.

Las embajadas que los cartagineses enviaron para no provocar la guerra contra Roma no sirvieron de nada, y el ejército consular romano ya estaba preparado para la guerra, esto ocurría en el año 149 a.C.

Los cartagineses se rindieron sin condiciones, a cambio los romanos les pidieron 300 rehenes de las familias más poderosas de Cartago, les pidieron también todas las armas y provisiones militares que tuviesen, y todo esto fue entregado sin objeciones por parte cartaginesa, en un último intento quizás de evitar una nueva contienda con Roma.

Pero una última petición mostraba las verdaderas intenciones de Roma. Cartago debía ser destruida y sus habitantes no podrían volver a habitar a menos de 15 kilómetros de la costa.

Esta petición demostraba la crueldad de Roma, pues era consciente de que un pueblo como el cartaginés que tenía su fuente de riqueza en el comercio marítimo, quedaría abocado al exterminio. Entonces la población enloqueció y asesinaron a todos los itálicos de la ciudad, incluso asesinaron a sus propios líderes y en una última muestra de heroicidad decidieron defender Cartago a toda costa. Empezaron a forjar armas día y noche, liberaron a los esclavos para contar con más efectivos y reforzaron todos los muros de la ciudad. Cuando los romanos llegaron a las puertas de la ciudad se dieron cuenta de que increíblemente Cartago estaba preparada para la defensa.

Pasaron los años, y el Senado romano viendo que la resistencia de Cartago ya resultaba vergonzosa, decidió poner al frente del ejército al cónsul Publio Cornelio Escipión Emiliano, hijo adoptivo de Escipión el Africano y que tenía solamente 35 años, hecho que demuestra la desesperación de Roma, al nombrar un cónsul tan joven.

En la primavera del 146 a.C. el ejército romano con Escipión al frente consiguió entrar dentro de la ciudad, durante seis días y seis noches los combates se produjeron dentro de la misma, y una comisión enviada por el Senado decidió que la ciudad debía ser reducida al nivel del suelo. Tras maldecir el lugar donde se había alzado, trazaron surcos con el arado y sembraron sal.

Cuentan las crónicas que Escipión, anduvo contemplando la destrucción y llorando amargamente, mientras repetía una y otra vez que algún día Roma se vería así.

Se ponía de manifiesto como una civilización, la romana, por el miedo no superado a ser destruida, acabó con otra, la cartaginesa.
Lo gracioso es que Catón murió en el 149 a.C. sin poder llegar a ver su obra.



Catón

El padre Ezequiel terminó su relato con la famosa frase que había empleado el historiador romano Tácito para describir la destrucción de Cartago:

[…Solitudinem fecerunt, pacem appelunt]
[…Hicieron un desierto, y le llamaron paz]




Tácito

Normalmente el estudio de la historia debe servir sobre todo para conseguir que los errores del pasado no nos superen en el futuro.

Pero desgraciadamente no aprendimos la lección, y en un pasado más reciente tuvimos nuestro propio desierto llamado paz, y no fue otro que la expulsión de los moriscos a finales del siglo XVI y principios del XVII. Es cierto que los moriscos se revelaron, es cierto que cometieron atrocidades, pero también es cierto que se les provocó de igual manera que los romanos provocaron a los cartagineses.


Grabado de la expulsión de los moriscos, 1610, anónimo

Podemos ofrecer un dato terrible que muestra las consecuencias de esta guerra en nuestro entorno más cercano.

¿Sabéis cuantos habitantes estaban censados en nuestros pueblos en 1593?

Pues 65 en Abla, 60 en Abrucena y 120 en Fiñana, en total en estos tres pueblos 245 habitantes, sinceramente dantesco.

Aparte del desastre humano que supuso, el mayor desastre fue la pérdida cultural y sobre todo la pérdida de la memoria, sí, de la memoria, de los recuerdos trasmitidos de padres a hijos que desaparecieron para siempre en estos pueblos.

Habíamos visto en la entrada anterior como los pedestales que fueron arrancados del mausoleo romano de Abla, terminaron colocados en el castillo de Fiñana, pero un relato que se encuentra en la declaración de uno de los vecinos, Cristóbal García, fue omitido por mi;

[…sacaron los vecinos de Fiñana dos piedras que hoy están en la puerta del castillo y sobre el llevarlas hubo una muy grande pendenzia y una guerrilla de pedradas entre los de Fiñana que las llevaron y los moriscos de esta villa que las defendían…]
Curiosamente esos moriscos de Abla fueron los únicos que defendieron nuestro patrimonio histórico a pedradas y sobre su memoria nos dispusimos a sembrar sal, tanta sal como la que se sembró en Cartago.

Creo que después de tantos años deberíamos haber aprendido algo, porque la historia juzga, podrá tardar siglos en juzgar, pero siempre dicta sentencia.

Mausoleo romano de Abla, el año del expolio. V·XI·MMX





Mausoleo romano de Abla
 

[… ¿Os dais cuenta hasta qué punto escribir historia es competencia del orador?... Pues ¿Quién ignora que la primera ley de la historia es no atreverse a mentir en nada? ¿Y a continuación el atreverse a decir toda la verdad? ¿Y que al escribirla no haya sospecha de simpatía o animadversión? Estos, naturalmente son sus cimientos que todos conocen: el armazón y construcción de la misma consta de lo narrado y de su expresión. La lógica de la narración exige un orden cronológico, así como una descripción del escenario; además exige –puesto que en los grandes acontecimientos y que merecen ser recordados el lector espera encontrar primero lo que se quería hacer, a continuación lo que ocurrió y por fin sus consecuencias- acerca de lo primero señalar cuál es la opinión del historiador, y que en la narración de los hechos quede claro no sólo lo que ocurrió o lo que se dijo, sino también de qué modo; que cuando se hable de los resultados, que se expliquen todos los factores debidos al azar, a la prudencia, o a la temeridad: y no sólo la actuación de los protagonistas en sí, sino la biografía y carácter de quienes puedan destacar por su fama o renombre. En cuanto a la expresión, hay que tratar de alcanzar un estilo anchuroso y apacible y que fluye con una especie de suavidad, sin sobresaltos y sin esa dureza propia de la oratoria judicial ni los puyazos dialécticos del foro…]
Sobre el orador II 62-63
Así describiría el filósofo y político Marco Tulio Cicerón las obligaciones de todo aquel que osare escribir historia.

Marco Tulio Cicerón
  
Y ciertamente, estas obligaciones serían posteriormente pasadas por alto por casi todos los que emplearon su vida a eso mismo, a escribir historia.

Se podría poner el ejemplo de cómo Sergei Kovaliov en su Historia de Roma, juzgaría de poco fiel a Tácito por sus intereses neo-republicanos al retratar a los emperadores como enfermos mentales, y al mismo tiempo de criticar ese aspecto de Tácito, el propio Kovaliov negaría  las persecuciones de los cristianos bajo el Imperio Romano, tildando este hecho histórico como “pequeños episodios aislados”.

También se podría poner el ejemplo de cómo Theodor Mommsen denigraría la figura histórica del propio Cicerón simplemente por ser contrario al Golpe de Estado contra la República de Julio Cesar, este último sumamente endiosado en la obra del autor alemán. O como La Vida de los doce Césares” de Suetonio sería utilizada como elemento histórico biográfico, cuando es conocido que este autor centraría sus descripciones en aspectos curiosos y chismorreos de palacio, pues esos cotilleos y anécdotas graciosas eran del gusto de los lectores romanos de la época.
Theodor Mommsen

 
Toda esta introducción del principio intenta explicar como esos vicios de los historiadores llevan a cometer errores, en algunos casos la persistencia en el error puede ser de cientos de años, y nos puede incluso llevar a conclusiones erróneas hoy en día.


La historia del expolio del Mausoleo romano de Abla es una historia de más de 500 años de antigüedad y que desgraciadamente hoy en día sigue motivando errores graves como veremos más adelante.

Corría diciembre de 1489 cuando fueron reconquistadas por las tropas de los Reyes Católicos las fortalezas de Abla, Abrucena, y Fiñana, hecho que junto con la posterior sublevación mudéjar de 1490 que obligó a la expulsión de los mismos, dibujaría un panorama totalmente diferente al existente en estos pueblos.

En esta época es donde aparecería el personaje D. Álvaro de Bazán como el alcaide de Fiñana, sería abuelo del primer marqués de Santa Cruz, Álvaro de Bazán y Guzmán.


Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz


Que durante esa época D. Álvaro de Bazán fue alcaide de Fiñana es sabido y quedaría demostrado entre otras cosas, por la orden que recibe de los reyes de ceder al obispado de Guadix, la mezquita principal para Iglesia con todas las posesiones y rentas que tuviese en tiempos de los moros, aparte de 4 casas y 3 huertos o alcarmenes para los beneficiados y el sacristán de dicha Iglesia.

Este hecho histórico quedaría reflejado en el siguiente Documento Real;    

[El Rey e la Reyna. Don Aluaro de Baçán o otro qualquier nuestro alcayde o repartidor de Fiñana. Nos vos mandamos que libremente dedes e asygnedes al obispo de Guadix o a su vicario o procurador en su nonbre la mezquita prinçipal de esa dicha villa de Fiñana para Yglesia con todas las posesyones e rentas que en tienpo de moros tenía e tiene e demás e allende le dedes e apliquedes quatro casas de las más conpetentes e çercanas que no sean juntas con las paredes della, e tres alcarmenes de los mayores e mejores que nos pertenezcan ca nos por la presente hazemos merçed dello para los benefiçiados e sacristán que por tienpo siruieren en la dicha Yglesia. Fecha en la villa de Santa Fe a XXI días del mes de março de mill e quatroçientos e nouenta e dos años. Yo el rey. Yo la reyna]
Otro hecho histórico recogido, es la importancia de este personaje en la reconquista de estos pueblos, que es relatado en un informe de la Real Academia de la Historia;


[…resolvio el dicho Don Aluaro de venir sobre la uilla de Fiñana que era el principal lugar de aquella frontera, fuera de Baza, pareciendole que quedando los moros tan maltratados no la socorrerian; combatiola cinco dias con sus noches, y al cabo fue entrada y tomada la villa y fortaleza, hauiendo muerto los moros alos capitanes Moreruela y Francisco de Aguero, y a Pedro de Bazan, primo hermano del dicho Don Aluaro y algunos otros hombres particulares, y hecha esta jornada y dejado proveyda la villa y fortaleza de gente y lo necesario, fue sobre las villas de Fabla y Caurucena, que son a tres leguas de la dicha Fiñana; combatio la villa de Fabla y tomola luego, y los moros de Caurucena huyeron desmanparandola y se fueron a Baza. Habiendo habido esta vitoria y estando los moros de Baza apretados por la guerra que se les hacia por aquella frontera pareció a los reyes Catolicos de embiar su ejercito sobre la dicha ciudad de Baça, cuando se ganó.]
Pero este personaje quedaría también en el recuerdo por ser el ejecutor del expolio llevado a cabo en el mausoleo romano de Abla, como veremos.

El 6 y 7 de marzo de 1629 los comisionados del obispado de Guadix llegaron a Fiñana y pusieron sus miradas y centraron sus investigaciones en dos piedras que servían de base al arco de entrada del castillo del pueblo.
Las piedras a simple vista y por las inscripciones eran de factoría romana alto-imperial y tras ser traducida una de ellas y la otra quedando ilegible, pasarían a tomar declaración a vecinos del pueblo para determinar de donde habían sido sacadas.

La sorpresa vendría cuando los vecinos de Fiñana, Juan de Salazar, Sebastián Ortiz de Olmos y Alonso Plaza declararán que han oído de los mayores del pueblo ya muertos que las piedras habían sido traídas de Abla, hacía muchos años y de una torrecilla antigua que hoy llamaban Hermita del señor San Sebastián.

Todas estas declaraciones serían confirmadas por los propios abulenses llamando la atención un nuevo dato que aportaría la declaración de Cristóbal Rodríguez que relataría lo que le habían contado ancianos como Diego de Bazán el Viejo, que había muerto hacía siete años y con más de noventa años de edad;

[...que dos piedras que están en la puerta del castillo de la villa de Fiñana su abuelo de don Álvaro de Bazán, marqués que fue de Santa Cruz y alcaide que era de dicho castillo, vino y con mano poderosa en compañía de mucha gente que trajo y quitó de una torrecilla que hoy es hermita de señor San Sebastián las dichas dos piedras cuyas señales de donde se sacaron están hoy patentes y se las llevaron a la dicha villa de Fiñana...]
Ya en el auto del 8 de marzo los comisionados anotarían;

[…hallaron que la dicha ermita es una torrezuela de obra muy antigua y en dos esquinas dos vacíos que son de donde dicen se sacaron las dichas dos piedras…]
El llamar torrezuela o ermita al mausoleo no fue algo extraño, ni en esa época ni hasta hace poco más de veinticinco años, pues hasta que D. Antonio Gil Albarracín lo estudiase en 1983 había servido para todo tipo de cosas, hasta como corral, pero fue en ese año cuando D. Antonio Gil se dio cuenta de que lo que tenía delante suya era un mausoleo romano, concretamente construido a finales del siglo II y bien catalogado por su magnífica bóveda de arista, en 1987 se descubrió la fosa sepulcral y en 2004 sería por fin declarado Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía.



Gil Albarracín fotografiando la bóveda del mausoleo
 



Estracto de la bóveda de arista del mausoleo
  
Las piedras que fueron arrancadas de él nos dirían lo siguiente;


Pedestal honorífico a Septimio Severo

Imp(eratori) · Caes(ari) / Divi · M(arci) · Anto[nini] / Pii (hedera) Ge[rmanici] / [Sar]matici · fil(io) [Divi / Co]mmod[i fratri / Divi] Anto[nini Pii / nepoti] Divi (hedera) Had[riani / pro]nep(oti) · Di[vi Traiani] / Parth[ici abnepoti Divi Nervae adnepoti L(ucio)] / Se[ptimio Severo Pio Pertinaci i]nvict[o Augusto Arabico Adiabenico / Po]nt[ifici Maximo tr(ibunicia) p(otestate) - - - / Imp(eratori) - - -] co[nsuli - - -]



Pedestal a Lucio Vero



[Imp](eratori) · Caes(ari) / L(ucio) · Aurelio / Vero · Aug(usto) · Ar/men(iaco) · [P]art(hico) Max(imo) / Med(ico) · p(ontifici) · m(aximo) · tr(ibunitia) · p(otestate) V / co(n)s(uli) · III / L(ucius) · Alfenus · Avi/tianus · p(rimo) p(ilaris) · tr(ibunus) / coh(ortis) III vi[g(ilum)] / [XII urbanae]

Al Emperador César Lucio Aurelio Vero, Augusto, Armeniaco, Parthico Máximo, Médico, Pontífice Máximo, con la V potestad tribunicia y cónsul por tercera vez, Lucio Alfeno Avitiano, primipilo, tribuno de la tercera cohorte de vigilantes nocturnos de la región doceava de la ciudad
Y sería en esta última piedra cuando el error histórico se haría patente, pues al ser una honra que le dedica Lucio Alfeno Avitiano al emperador Lucio Vero, llevó a algunos a pensar que el nombre de Fiñana procedía por una variación de Alfenus, Fundus Alfenianus, o Villa Alfoniana, nombre este último con el que se denominaba comúnmente al Pago de Escuchagranos que es como nosotros llamamos hoy al paraje de la Medialegua, esta última apreciación no parece tan desacertada como veremos en otra entrada, pero desde esa afirmación a querer ligar el nombre Fiñana a esa piedra hay un abismo, este abismo se puede ver en la página oficial del Ayuntamiento de Fiñana, finana.com, que dice;
[…el estudio de los epígrafes encontrados en esta zona del Pasillo de Fiñana, revela la existencia de un personaje de indudable prestigio social y político, derivado de su brillante carrera militar, desarrollada en la ciudad de Roma. Su nombre es Lucius Alfenus Avitianus. Su carrera militar nos es conocida por una inscripción encontrada en Fiñana]
Y a partir de ahí se irá explicando la variación de Villa Alfoniana hasta Fiñana, dando por hecho que esa piedra había sido encontrada en ese pueblo, y claro que se la habían encontrado ahí, se la encontraron porque un buen día de un buen año un alcaide de Fiñana la arrancó del mausoleo romano de Abla, junto con otra, para llevársela a su castillo.


Pedestales en el castillo de Fiñana


Hay que aclarar que esta afirmación del Ayuntamiento de Fiñana está basada en el estudio de César Augusto Pociña Lopez, el cual terminaría diciendo;
[…tenemos, por tanto, el caso excepcional de un topónimo relacionable directamente con un personaje conocido epigráficamente, e indirectamente con una posible villa. Sólo la aparición de nuevos datos, tanto epigráfícos como arqueológicos, podrán demostrar si nuestra hipótesis realmente funciona o bien la desmentirán…]

Lo curioso es que esa Villa Alfoniana se encontraba a una distancia curiosa de un núcleo urbano llamado Alba a la distancia curiosa de una media Legua.

Y bien, sin hacer ni puñetero caso a las obligaciones del historiador que relataba brillantemente Cicerón, sigamos haciendo historia, total, para lo que nos cuesta.