Abla 1629. De Sanctis Martyribvs. Cuando las órdenes tardaron en llegar. XXVIII·IV·MMXI



Santos Mártires Apolo, Isacio, Crotato y la Virgen del Buen Suceso


Este año de 2011 nos vamos a meter en el mes de mayo para celebrar el día de nuestros Patronos San Apolo, San Isacio y San Crotato, el cuál deberíamos haber celebrado el pasado jueves 21 de abril, pero todos sabemos que no pudo ser así por coincidir con el Jueves Santo, fecha esta última regida por el calendario lunar.

La Iglesia en un principio quiso ser fiel al evangelio que relata como la noche del Jueves Santo había luna llena, pues esa noche  Jesús celebró con sus discípulos la Pascua Judia, fiesta que conmemora la salida de los israelitas de Egipto cruzando el Mar Rojo y que se celebra en la primera luna llena después del equinoccio de marzo. 

Pero más tarde en el año 325, la iglesia reunida en el concilio de Nicea covocado por el emperador Constantino I, decidió que la fecha de la Semana Santa se regiría por el Domingo de Resurrección o Pascua de Resurrección la cuál se celebraría el primer domingo tras la primera luna llena después del equinoccio de primavera, y si por casualidad coincidía con la Pascua Judía debía ser cambiado al domingo siguiente. Esto hace que algunas fechas se muevan cada año, el Miércoles de Ceniza, Pentecostés, la Ascensión del Señor y la fiesta de Cristo rey.


Constantino I el Grande


Y esto hace que nuestras fiestras patronales puedan cambiar y realmente es el único motivo por el que deben cambiar si así sucediese, pero lo realmente curioso es que las primeras fiestas que celebró Abla a sus Patronos en 1629 no coincideron con la Semana Santa ya que el Jueves Santo cayó en 12 de abril y en principio podrían haberse celebrado el 21, pero aún así tuvieron que celebrarse en mayo como nos va a suceder este año, para comprender el motivo os invito a leer la transcripción del Mandamiento Episcopal que nombra a nuestros Santos Mártires Patronos de Abla, dice así;
  
Nos, don fray Juan de Araoz, por la gracia de Dios y de la Santa Iglesia de Roma, obispo de Guadix y Baza, predicador de su majestad y de su Consejo.

A los venerables hermanos nuestros deán y Cabildo de nuestra Santa Iglesia Catedral de Guadix, al abad y Cabildo de nuestra Santa Iglesia Colegial de Baza, y a todos los curas, beneficiados, capellanes, sacerdotes, clérigos y demás súbditos nuestros de toda nuestra Diócesis, eclesiásticos cómo seglares, salud en nuestro señor Jesucristo.


Hacemos saber que por un memorial impreso que el señor marqués de Estepa, varón nobilísimo, de virtud conocida y probada, docto en buenas letras, celosísimo escudriñador de verdades así divinas como humanas que la antigüedad de los tiempos tiene oscurecidas y sujetas a variedad de opiniones, en el cuál nos daba noticia de que los santos mártires Apolo, Isacio y Crotato, de quién el Calendario Romano hace mención a veintiuno de abril, y el Menologio Griego en el mismo día, y que como ambos dicen padecieron en el Imperio de Diocleciano, y que como Flavio Dextro dice que padecieron en España en la villa de Abla que es cerca de Guadix, diciéndonos que tenía por cierto que estaban allí sus santas reliquias y pidiéndonos que a como santos propios de nuestro Obispado se celebrasen en su día y se rezase su oficio, medio con el que Dios se glorificaría en sus santas reliquias.

Y nos, cargando nuestro pensamiento en caso tan grave y tan de nuestra obligación y en el espíritu, afecto y devoción de tan gran persona, movido sólo de tan gloriosos fines, con gozo interior y alegría de nuestro espíritu tratamos de poner en efecto tan justa petición, juzgando ser más voces del cielo que medios humanos.

Y para proceder en este caso con pasos maduros, que son los que los sacros cánones y concilios nos enseñan, presupuesto que de la santidad y glorioso martirio de estos santos nos hacen cierto el Martirologio Romano y el Menologio Griego y el día en que perecieron, sólo para averiguar si fue en el lugar de Abla como dice Flavio Dextro, que es en nuestro Obispado y si se podían descubrir sus santas reliquias, no pudiendo hacer las diligencias convenientes por nuestra persona, como quisiéramos, por estar ocupado en esta ciudad de Granada en la defensa de nuestra Iglesia, dimos nuestra comisión, y toda nuestra autoridad, que para este caso se requería, a tres de nuestros hermanos, dignidades de nuestra Santa Iglesia de Guadix, al arcediano, maestrescuela y chantre de ella, hombres doctos, doctores en santa teología y sagrados cánones, versados en todas las ciencias humanas, a cuyas personas se pueden fiar cosas tan graves, ordenándoles que fuesen al dicho lugar de Abla, o a cualquier otra parte que fuese menester, y ante notario apostólico inquiriesen e hiciesen averiguación de si en la dicha villa de Abla, donde se dice haber padecido los gloriosos mártires San Apolo, San Isacio y San Crotato, había algunos vestigios, ruinas, escritos, piedras o tradición alguna de haber sido lugar populoso de romanos, que fue el tiempo en que estos santos padecieron, y de su martirio o de sus santas reliquias.

Y habiendo ido y hecho cuantas diligencias se pudieron, tomando muchos testigos ancianos, leyendo letras estampadas en piedras, viendo con sus ojos todos los puestos donde podía inferirse lo que se deseaba y buscaba, de todo hallaron, y actuaron ante el dicho notario, que la dicha villa de Abla fue lugar populoso de los romanos, donde tenían guarnición de muchos soldados, por muchas ruinas que se descubrieron y piedras escritas que lo manifiestan, y ser verosímil que allí padecieron martirio estos gloriosos santos como dice Flavio Dextro, y el puesto donde parece ser que padecieron o fueron colocadas o enterradas sus santas reliquias por haber visto muchas personas en los tiempos pasados y presentes muchas luces de noche y de día, como hachas encendidas que yéndolas a buscar desaparecían, y muchas apariciones como de personas blancas y hermosas, algunas veces tres juntas y otras dos y otras una, en diferentes tiempos, y por haberse oído músicas celestiales diciendo letanías con nombres de otros santos de los que contiene la letanía de la Iglesia, y porque el dicho puesto donde hay indicios de que allí padecieron o están las santas reliquias de estos santos mártires ha sido preservado de los rigores de los elementos sin que se haya allí langosta, granizo ni tempestad que ofenda a los frutos, padeciendo los lugares circundantes todas estas plagas.

Y así, movidos por las relaciones de cosas tan maravillosas y tan exactas y cuidadosamente averiguadas, habiéndolo conferido con el ilustrísimo señor cardenal Spínola, arzobispo de esta ciudad de Granada, y con otros muchos varones doctos y religiosos de esta ciudad y tomado el parecer y consentimiento de los venerables hermanos nuestros deán y Cabildo de nuestra Santa Iglesia de Guadix, y habiendo dado cuenta al abad y Cabildo de nuestra Santa Iglesia Colegial de Baza:

Mandamos que a gloria y honra de Dios nuestro señor y de sus santos mártires San Apolo, San Isacio y San Crotato, como santos que tenemos por cierto padecieron glorioso martirio en nuestro Obispado y son por esta razón patronos y defensores de él, que en él, de hoy más para siempre jamás en todos los siglos venideros, se les haga fiesta que sea de guardar en la dicha villa de Abla y allí se celebren con cuanta solemnidad se pueda, rezándose como patronos doble de primera clase, y en todas las demás iglesias, así en la Catedral de Guadix como en la Colegial de Baza y en todas las demás parroquiales, conventos de religiosos y religiosas de cualquier orden que sean de nuestro Obispado se rece doble de tercera clase, todos los años perpetuamente desde las primeras vísperas de veinte de abril hasta todo el día siguiente veintiuno del dicho mes que es en el que gloriosamente padecieron estos santos mártires triunfando de los tiranos de la tierra y de todo el infierno, entrando gloriosamente en el cielo.

Y porque este presente año de mil seiscientos veintinueve no se ha podido celebrar esta festividad en los dichos días veinte y veintiuno de abril, mandamos se haga la fiesta con la solemnidad que se pudiere en la dicha villa de Abla y todas las iglesias de nuestro Obispado el jueves que se contarán diez días de mayo próximo que vendrá, empezando las vísperas del nueve de dicho mes de mayo, según y como va mandando y dispuesto en este nuestro mandamiento, lo cuál encargamos y rogamos que nuestros hermanos deán y Cabildo de nuestra Santa Iglesia de Guadix así lo cumplan, y mandamos a los demás sacerdotes y clérigos de la dicha nuestra Santa Iglesia que lo cumplan como en nuestro mandamiento se contiene.

También mandamos que aquel lugar en que Dios ha querido mostrar con tan singulares señales, que padecieron sus santos o estuvieron sus santas reliquias, se tengan de aquí en adelante en gran veneración y se reverencien como lugares de oración, donde Dios tiene singular concurso. Y en tanto que allí se edifica iglesia o ermita se pongan cruces y se procure que como lugar santo de ninguna manera se profane.

Y exhortamos y encargamos a todos los fieles súbditos nuestros tengan por singulares devotos a estos gloriosos santos y pidan a nuestro señor por su intercesión nos acabe de descubrir el tesoro de sus santas reliquias y nos dé gracia para que le sirvamos en esta vida y vamos a gozarle en la otra como ellos le gozan.

Y de la notificación y cumplimiento se nos dé aviso con toda brevedad.

Dada en Granada a dieciocho de abril de mil seiscientos veintinueve.

Fray Juan, obispo de Guadix.

Por mandato del obispo mi señor, el licenciado Damián Jiménez Castellanos, secretario.
[Archivo Histórico Diocesano de Guadix, carpeta 3391]



Santos Mártires Isacio, Apolo y Crotato [de izq a derec]
Capilla de la Virgen de la Esperanza, Catedral de Guadix



Curiosamente las primeras fiestas de Abla se celebraron el nueve y diez de mayo de 1629 por un motivo que el mismo obispo reconocía al redactar el Mandamiento [Y porque este presente año de mil seiscientos veintinueve no se ha podido celebrar esta festividad] sabedor que cuando se recibiese el mandato en las parroquias del Obispado y en Abla ya habrían pasado días desde la redacción del mismo el 18 de abril. Sabedor que en 1629 había un problema que hoy no tenemos, las comunicaciones.

Y aunque ese año de 1629 tuvimos que celebrar las fiestas en mayo, aunque desde ese año en que era rey de España Felipe IV, Sumo Pontífice Urbano VIII y Arzobispo de Granada Agustín de Spínola Bassadone ha llovido mucho, creo que hemos cumplido con lo que se nos encomendó, construimos una ermita para nuestros mártires, decidimos que nuestros muertos debían descansar junto a ellos, decidimos celebrar otras fiestas en verano para que nuestros paisanos que tuvieron que emigrar pudieran conmemorar también a sus Patronos y estos días de abril fueron y son los más grandes para todos los abulenses, y si Dios quiere y la luna así lo desea, seguirá siendo así [de hoy más para siempre jamás en todos los siglos venideros]



Ermita de los Santos Mártires, Abla



¡Felices Fiestas Patronales!





Abla 1953. Unas manos, un Cristo. VII·IV·MMXI

Cristo de la Paz con su autor


Corría el año 1943 cuando con tan sólo catorce años había comenzado a trabajar como aprendiz en la sección de escultura en los Talleres de Arte Granda, hoy en Alcalá de Henares, Madrid, una de las casas de arte religioso más grandes de España. Dos años antes había fallecido su padre, D. José Villa, escultor imaginero que trabajaba como encargado de la sección de escultura de estos mismos talleres, y quizás por ello y desde el principio, Félix Granda, el fundador de Arte Granda, había ejercido en él casi labores de tutor por la amistad personal que tenía con su padre. En este mismo taller sería donde conoció a Juan Barjola y a Eduardo Capa.


Félix Granda, 1868-1954

Ya con dieciocho años decidió compaginar su trabajo con las clases de dibujo al natural que se impartían en el Círculo de Bellas Artes, donde disfrutó de la condición de becario durante cuatro años y comenzó también entonces a presentarse a concursos como la Exposición de Pintores y Escultores de África, donde consiguió una medalla en dibujo y escultura, además de un viaje a Marruecos.

Cumplida la edad de veintidós años había alcanzado ya el mismo nivel de oficio que el resto de la plantilla de escultores, todos ellos mayores que él y formados en la Escuela de Bellas Artes. Finalmente, decidió abandonar el taller debido a las luchas internas en la sección, "donde le hacían la guerra sus compañeros escultores", quizás a causa de la especial atención que le dedicaba Félix Granda.

Por otro lado es en el Círculo de Bellas Artes donde había entrado en contacto con parte de los artistas de su generación. Coincidió allí con compañeros como Alcorlo, Lapayese, Ávalos, Pernias, Benítez, los hermanos López Hernández, Antonio López, Higinio Vázquez, José Ortega, Pablo Núñez, Cristino Vera y Julio Álvarez.

Contaba los veinticuatro años cuando Julio Álvarez, en calidad de organizador junto a Juan Genovés, Adela Parrondo y Ángel Duarte, le invitó a participar en la Primera Exposición de Primavera al Aire Libre, celebrada en mayo de 1953 en la Casa del Pobre y del Rico de los Jardines del Retiro madrileño. Conoció, con ocasión de este certamen, a sus primeros compradores: el neurocirujano José Ramón Boixadós, que le compró la talla en madera Eva, y la escritora Francisca Sáenz de Tejada –autora, bajo el seudónimo de Gracián Quijano o el Padre Pareja, de la serie "Tres en Uno" en la popular revista Chicos–, que le compra una maternidad en madera.

Es en esta exposición donde surge una relación de amistad con el citado José Ramón Boixadós y con un colega de profesión que le acompañaba llamado Joaquín Martínez Piqueras y sería este último el que le expondría su deseo y el de su hermana Casilda de encargar una escultura especial, una escultura que debía ser un Cristo, un Cristo que deseaban para Abla, en Almería, su pueblo natal, una escultura que iba a ser la primera obra por encargo de su vida.

Respondiendo a esa invitación, lo primero que hizo el escultor fue un boceto: un pequeño Cristo en madera de abedul, hoy en paradero desconocido, que, al ser del agrado de Casilda, amante de la escultura religiosa y devota cristiana, resultó decisivo para seguir adelante con el encargo, además de constituir la simiente de una duradera amistad.

Le encargaron entonces la figura, que acordaron que fuera de 1,70 m de altura y en buena madera, con objeto de que perdurara en el tiempo y que la pieza no fuera policromada, pudiendo así apreciar la veta y el color natural de la misma. En el taller de un ebanista amigo, escogió personalmente unos tablones de nogal, madera de muy buena calidad: sin nudos, de buena veta y bien seca, que costo 10.000 pesetas, de las de entonces. Ilusionado por realizar esta su primera obra de encargo, que podría firmar como autor, no miró mucho el dinero. La obra costó en total 32.000 pesetas. En un mes largo había conseguido que aquellos tablones, destinados a ser un mueble, de madera dura pero noble y dócil a la gubia, desvelaran la imagen que él había imaginado. Había imaginado a Nuestro Señor Jesucristo muerto, con la lanzada en el costado y aún en la cruz. Al término, la familia Piqueras visitó su taller para ver la imagen; impresionados, comentaron que "además de hermosa, era muy sentida en lo religioso".

Autor, en su taller ultimando la obra


Llevó consigo la escultura en tren hasta Guadix, donde le esperaba un camión contratado por Joaquín Piqueras para transportarla hasta Abla. El conductor, al cargar la imagen, se emocionó al sentir un temblor en sus rudas manos; “y esto que cuento no es literatura ni fantasía” relataría el autor.

Fue esta su primera visita a Abla, a la que siguieron otras, invitado por sus mecenas y amigos, Casilda y Joaquín Martínez Piqueras. Ya les uniría una amistad duradera hasta la muerte de los hermanos Piqueras, 2008 en el caso de Joaquín y 2001 en el caso de Casilda.


Joaquín Martínez Piqueras y el escultor, Abla 1954 

Ese Cristo que llegaba a Abla sería el Cristo de la Paz, y ya nunca abandonaría el pueblo.

Cristo de la Paz, fachada de la iglesia de La Anunciación


Una firma en el talón derecho del Cristo, autentifica la obra y otra marca en el anverso del cuerpo de la cruz nos recuerda también al autor.


Firmas de autor

El protagonista de esta historia es el escultor Antonio Villa de Isidro, nacido el 14 de febrero de 1929 y que hoy 82 años después mantiene su dedicación a la escultura y el dibujo.

Aún siendo el autor no sólo del Cristo de la Paz, sino también del San José policromado que hay en el altar mayor de nuestra iglesia parroquial, lamentablemente es un desconocido para la mayoría de nuestros paisanos.


San José policromado

Este pequeño relato histórico permite conocer un poco más la importancia artística del Cristo de la Paz, y estas pequeñas pinceladas de la vida del autor nos permite conocer al mismo, cuya trayectoria humana y profesional es realmente impresionante, la cual, he querido detener en el momento de la composición del Cristo, pero que será conocida en su totalidad por todos los abulenses próximamente en el marco de la exposición Martyrium.

La amistad surgida entre la familia Piqueras y Antonio Villa llegó hasta el punto de que ambos hermanos fueron los padrinos del hijo de Antonio, Joaquín Villa.


Casilda y Joaquín Martinez Piqueras, padrinos de Joaquín Villa


Este año, 52 años después de que el Cristo entrara en el templo de Abla, la fusión de Cofradías de Abla, ha decidido crear la Hermandad o Cofradía del Cristo de la Paz, con el objetivo de hacer una procesión con él tras la Hora Santa del Jueves Santo por calles de nuestro municipio, que actualmente no entraban  en el circuito de las procesiones más significativas de la Semana Santa abulense, un acto de estación de penitencia cuya característica principal será el “Silencio.

Posiblemente, después de acompañar a esta maravillosa obra de arte por las calles del pueblo, sin luz, alumbrados con fuego y en silencio absoluto, el sentimiento general de los abulenses será el mismo que pudo sentir el autor cuando realizo su obra...Paz


Cartel Semana Santa, Abla 2011


Agradezco el trato amable, cariñoso y constante recibido por D. Antonio y por su hijo D. Joaquín Villa.

Igualmente he de destacar la labor de investigación realizada por la Parroquia de La Anunciación de Abla sin la cuál hubiese sido imposible localizar al autor. 

Y deseamos que esas manos que un día crearon una parte de nuestro patrimonio histórico, cultural y religioso, vuelvan a sentir el tacto de esa obra que usted, D. Antonio Villa de Isidro imaginó, de madera dura pero noble y dócil a la gubia.



Abla y Abrucena. La guerra de los 300 años. XVI·III·MMXI


Desavenencia y rompimiento de la paz entre dos o más potencias.
Lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación.
Pugna entre personas.
Lucha o combate, aunque sea en sentido moral.
Oposición de una cosa con otra.

Con estas frases define la Real Academia Española la palabra “guerra”, frases que resumen perfectamente los hechos acontecidos entre las  poblaciones vecinas de Abla y Abrucena hace ya bastantes años.

Corría el año 1273, según las principales fuentes, cuando los vecinos de Abla y Abrucena compraron los derechos del agua procedente de Sierra Nevada al rey de Granada Muhammad I. Sin detenernos demasiado en si el rey podría haber sido Muhammad I o su hijo Muhammad II, pues en ese mismo año reinaron los dos, daremos por cierto el año de 1273, y como rey a Muhammad I pues también coincidiría con la otra posible fecha de la compra que en alguna fuente se produjo en 1267.

Muhammad I

Aunque la compra del agua se hizo conjunta, el enfrentamiento entre los dos pueblos no tardaría en empezar y no sería hasta enero de 1356 cuando se firmaría por escrito el reparto del agua quedando para Abla un tercio de la misma y para Abrucena los dos tercios restantes.
Este acuerdo fue ratificado en 1385, 1386, 1409 y en 1420 dejando bien claro los reyes Muhammad V, Yusuf III y Muhammad IX respectivamente que este reparto debía respetarse siempre.

Los problemas comenzaron por un motivo bien sencillo, la situación de Abrucena es más elevada a la de Abla y esto les permitía tener el control total del flujo de agua procedente de Sierra Nevada que iba hacía Abla.

Abla en primer plano, al fondo Abrucena

Tras la reconquista en 1494 se le concede a Guadix la facultad de elegir “alcaides de las aguas” cada año, los pleitos serían vistos por estos alcaides y si no había acuerdo se podría apelar a la Chancillería de Granada donde había un tribunal de las aguas que se crearía más tarde, concretamente en 1501.

En 1527 volvieron a surgir los enfrentamientos entre los dos pueblos ya que los vecinos de Abrucena cortaron el agua que le pertenecía a Abla por derecho.
Entonces en enero de ese año el emperador Carlos V ordenó a las justicias de Guadix que se respetara el concierto entre los dos pueblos.

La resolución del alcaide mayor de Guadix, Melchor de la Plaza, fue ordenar que los vecinos de Abrucena dejaran correr el agua para que Abla regara y si no obedecían les sería impuesta una multa de 5.000 maravedíes para cada vecino que se negara.
Los de Abrucena se negaron y argumentaron que el tercio del río sólo les pertenecía a los abulenses durante los meses de marzo, abril y mayo, y pidieron elevar el caso hasta Granada.
Por su parte los vecinos de Abla expusieron que todas aquellas argucias legales sólo pretendían retrasar la llegada del agua a sus cultivos y que la población tampoco tenía ya agua para sus necesidades, pidieron expresamente que se aplicara justicia para evitar que se perdieran las cosechas, y frenar males mayores como enfrentamientos y muertes entre los habitantes de los dos pueblos.

El juez y las autoridades alarmados se trasladaron al partidor del agua en Abrucena y obligaron a dar agua a Abla, también les comunicó a las partes que el caso sería otra vez tratado por los alcaides de las aguas de Guadix y que si no estaban conformes con la resolución podrían apelar a la Chancillería.
Los abulenses redactaron entonces un escrito a los alcaides de las aguas de Guadix aportando todos los datos y documentos sobre los derechos que tenían sobre el tercio del agua, aparte solicitaron que les fuesen pagados los daños y pérdidas de sus cosechas que ascendían a 50.000 maravedíes, los de Abrucena por su parte dijeron que no estaban de acuerdo con esas peticiones y que sólo querían elevar el caso a la Chancillería de Granada.

En el juicio quedó demostrado que el agua había sido comprada por ambos pueblos al rey de Granada en 1267 o en 1273 y que en 1356 habían acordado que un tercio sería para Abla y dos tercios para Abrucena.

En las declaraciones se puede ver la diferencia de criterio entre los testigos de Abla y los de Abrucena. Por ejemplo Francisco Zenzen declaró que Abla tenía derecho al tercio del agua;
  • [...ansy dende que comenzaba de regar los trigos y cebadas como quando regavan los panizos e alcandías...]
Por su parte Benito de Hoya explicó que el reparto sólo se hacía;
  • [...por el tiempo del Ayerva ques en marzo e abril e mayo e que no se acuerda della en otro tiempo...]
Y así todas las declaraciones se fueron declinando hacía una parte u otra según fuese el pueblo de orígen del testigo, con la única certeza que a Abla le pertenecía el tercio del agua pero sin llegar a dilucidar si era durante todo el año o solamente durante esos tres meses.

Sin embargo, a pesar de que el caso estaba claro por la existencia del concierto de 1356, los vecinos de Abrucena no cesaron en su empeño de secar literalmente a Abla. Ambas poblaciones tuvieron enfrentamientos graves pues no sólo se cortó varias veces el agua de regadío sino que asimismo cortaron el agua para beber. Esta situación motivó que los abulenses tuvieran que reaccionar de una forma contundente en vista de que la justicia llegaba tarde, mal y nunca.

Podemos ver testimonios tan escalofriantes como el siguiente que muestra hasta que punto llegó la situación entre los dos pueblos,  Gastón de Caizedo dice así;
  • [...en un día de este mes de mayo y como presente vinieron las partes contrarias con gran grito y alboroto desde el lugar de Abla armados unos con piedras y otros con azadones y otros con palos y otros con hachas, y diciendo mueran, mueran los de Abrucena, y llegaron al lugar de Abrucena...]
Incluso otro testimonio relataría como cierta vez los de Abla se llevaron el agua junto con varios rehenes de Abrucena para que no la cortaran y evitar también ser atacados.

Los conflictos continuaron en 1532 y en 1533 hasta que por fin para evitar los continuos enfrentamientos y recursos contra las decisiones de los jueces, tuvieron que trasladarse éstos al partidor del agua y efectuar ellos mismos el reparto.
Y no debieron  solucionarse por completo los conflictos pues más de 200 años después, en 1751, el abulense Manuel de Bazán relatará los litigios contra el Concejo de Abrucena por lo mismo...por el agua, aunque ni mucho menos de la gravedad de los hechos acontecidos entre 1273 y 1533.


Archivo de Bazanes, fragmento

El agua, ese bien que es el más preciado por el hombre, ese bien que motivó la desavenencia y rompimiento de la paz entre Abla y Abrucena, ese bien que provocó la lucha armada entre Abla y Abrucena, ese bien que ocasionó una pugna entre vecinos, ese bien que declaró una guerra, una guerra que duró casi 300 años.


Rin y Rubicón. De gigantes y hombres. XV·I·MMXI

Cruzar un río no parece un acto memorable ni digno de admiración o estudio hoy en día y seguramente lo que uno diga o haga para cruzarlo no presenta mayor tiempo de debate que el tiempo que tardo en escribir estas líneas, pero hubo un tiempo lejano en el que ese hecho que ahora resulta insignificante hacía historia, y he querido, pues creo merece un lugar en este blog, recordar dos hechos relacionados con cruces de ríos, curiosamente protagonizados por el mismo actor, Cayo Julio César.

César


El primer episodio que entiendo merece cierta admiración y que puede ser un tanto desconocido para el lector curioso se produjo en el año 55 a.C. año en el que un tal Julio César al mando de 40.000 hombres se dispuso a cruzar el río Rin, la frontera natural entre la Galia y la Germania, al otro lado le esperaban entre 150.000 y 450.000 germanos y os invito a ver el siguiente vídeo para comprender hasta que punto llegaba el ingenio de este general y de sus hombres;




Cruce del río Rin, 55 a.C.


Diez días, sencillamente impresionante, se podría decir más alto pero no más claro, y lo más llamativo es que había sentado las bases de lo que algunos siglos más tarde se conocería como “guerra psicológica”.

Seis años más tarde se produciría el cruce de otro río, el Rubicón, cruce que quizás sea el más famoso entre nosotros por el recuerdo que nos viene a la cabeza de la famosa y supuesta frase pronunciada por el protagonista “la suerte está echada”.

El cruce del río Rubicón por Julio César la noche del 11 al 12 de enero del año 49 a.C. es sin duda uno de los episodios sobre los que más se ha escrito y discutido en toda la historia de la humanidad, y sobre lo que pasó en ese preciso momento o que ocasionó realmente esa actitud de César contra el orden establecido se ha dicho de todo, pero hoy intentaremos detenernos en analizar lo que aproximadamente pudo pensar este gigante entre hombres en ese instante exacto, en el que el romano que más gloria le había dado a Roma tuvo que volverse contra ella, el momento en el que el general entre generales decidió cruzar la frontera natural establecida entre Italia y la Galia Cisalpina, la frontera que ningún general romano al mando de una legión debía cruzar bajo ningún concepto. Pero él, al mando de una legión, la número 13 Gemina, decidió cruzarlo, él, con menos de 5.000 hombres se dispuso a conquistar Roma.

Río Rubicón

La autora australiana Colleen McCullough describió brillantemente lo que pudo pasar por la cabeza de este general momentos antes de este hecho histórico;
[…Arreó al animal para ponerse en cabeza y cabalgó a paso tranquilo por la hierba otoñal que amarilleaba, adentrándose entre los árboles en dirección al centelleante río. Y allí, en la orilla, se detuvo.
Aquí está. Todavía puedo darme la vuelta. Todavía no he abandonado la legalidad, la constitucionalidad. Pero ya sé todo esto. Lo sé desde hace dos años. He pasado por todo: he pensado, he proyectado, he programado, me he esforzado muchísimo. He hecho concesiones increíbles. Incluso me hubiera conformado con Iliria y una legión. Pero en cada paso del camino he sabido y he comprendido que ellos no cederían. Que estaban decididos a escupirme, a hundir mi cara en el polvo, a reducir a la nada a Cayo Julio César. Que no es nada. Que nunca consentiría ser nada. Tú lo has querido, Catón. Ahora puedes conseguirlo. Tú me has obligado a marchar contra mi patria, a volver la cara contra la legalidad vigente. Y tú, Pompeyo, estás a punto de descubrir cómo es enfrentarse a un enemigo de verdad competente…¿Qué hay al otro lado del Rubicón? ¿Cuántas legiones habrán logrado reunir? ¿Cuántos auténticos preparativos habrán llevado a cabo? Estoy basando toda mi campaña en una corazonada que me dice que no han hecho nada….De pronto echó la cabeza hacia atrás y empezó a reírse al recordar un verso de Menandro, su poeta favorito. -¡Que vuelen alto los dados!- exclamó en el griego original del verso. Después espoleó suavemente a Toes en las costillas, cruzó cabalgando el Rubicón y entró en Italia y en la rebelión…]
En el siguiente vídeo podemos ver la que creo es la mejor adaptación del momento justo antes de este hecho histórico que cambió el mundo para siempre, y en el que se puede ver algo significativo y que muchas veces ha pasado desapercibido en la historia, la devoción de los legionarios hacía su cónsul y general. Algunos autores afirman que César conocía a todos sus hombres y los llamaba por su nombre y les preguntaba habitualmente por su familia, algo que para un legionario de la época era la muestra más grande de dignidad y respeto. Pero sin entrar en si algo tan espectacular como es que un hombre conozca el nombre y la vida de 40.000 soldados pudiese ser cierto o no, lo que si parece cierto es que la clave de César fue consultar a sus tropas sobre todos sus actos, haciéndoles partícipes de cualquier actuación, lo que hizo que cualquier soldado, por raso que fuese se sintiese el actor principal de la "obra de César", veamos la adaptación;




Cruce del río Rubicón, 49 a.C.


No comparto la idea universalmente extendida que dice que César dijo justo antes de cruzar el Rubicón, según Suetonio [la suerte está echada "allea iacta est"] ya que lo históricamente cierto es que recordó a su autor favorito, Menandro, y lo que seguramente recitó fue un verso en griego y no en latín de este autor, que venía a decir según Plutarco [que vuelen alto los dados o que el dado sea lanzado "ανερριφθω κυβος"] y creo que gana Plutarco pues existió un testigo presencial de los hechos que lo corroboró, Gayo Asinio Polión y aunque pudieran asemejarse en el significado las dos frases, realmente no es así, ya que, "la suerte está echada", es una frase más bien negativa, en la que nos ponemos en manos del destino, pues ya han sido lanzadas las suertes o los dados, para lo bueno y para lo malo, frase que nos puede dar a entender que no hay posibilidad de dar marcha atrás, en cambio, "que vuelen alto los dados", implica un carácter más positivo, ya que César vino a decir, ¿quereis jugar? pues vamos! y no tengo miedo de lo que digan los dados al caer al suelo, lo que quiero es jugar, y ordeno que se juegue y mientras todos miráis los dados como vuelan, yo, Cayo Julio César estoy en las puertas de Roma, y esta vez no cometeré el mismo error que cometió Aníbal.

Curiosamente César tomó Roma sin derramar una sola gota de sangre, sus enemigos habían huido, y las ciudades fueron abriendo sus puertas a César a su paso, o eso cuentan los vencedores.

Pero sucediera lo que sucediese y se dijera lo que se dijese, lo realmente cierto es que en un periodo de tiempo extremadamente corto, la historia reunió a gigantes como Mario, Sila, Cicerón, Catón, Bruto, César, Casio, Marco Antonio, Pompeyo, Octavio Augusto.... un tiempo en el que algunos cruzaban ríos y en el que todos hicieron historia. Historia que se resume en una sola cita;

Cuando los Dioses ya no existían y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único, desde Cicerón hasta Marco Aurelio, en que sólo estuvo el hombre.

Abla 1568. Navidades de sangre. VI·I·MMXI

[Historia es, desde luego, exactamente lo que se escribió, pero ignoramos si es exactamente lo que sucedió]
Así sentenció Enrique Jardiel Poncela lo que para él era la historia y su estudio, y ciertamente acertó en definirla como incierta, de igual modo que relataría Cicerón, ya que ésta no quedaría exenta de la manipulación del hombre, reflexión que se puede ampliar con la máxima que dice que la historia la cuentan los vencedores y nunca los vencidos. Pero aún así intentaremos desgranar los motivos que provocaron la revuelta morisca que ocasionaron los terribles sucesos que comenzaron en las navidades de 1.568 y que, según las crónicas, fijan nuestro pueblo, Abla, como uno de los focos principales de la rebelión.

En la obra de Juan de Ferreras, fechada en 1.725, “Historia de España. Siglo XVI. Parte Decimocuarta”, encontramos un apartado que relata la rebelión en Abla y Abrucena, dice así;
[…En el Obispado de Guadix se levantaron los Moriscos de Abla, y Lauricena, llevando dos compañías de infieles, que envió el Gorri, y apenas entraron, cuando destruyeron las Iglesias, y las saquearon matando los Cristianos, que pudieron haber a las manos, y los de Abla habiendo destruido el Altar Mayor, y hecho pedazos los retablos, sobre el mismo Altar Mayor degollaron un puerco, y hicieron otros muchos sacrilegios, y recogiendo sus mujeres, y hijos, los enviaron a la Alpujarra, y luego fueron todos a levantar a Fiñana, y los lugares del Marquesado del Zenete; pero los Moriscos de estos lugares no quisieron levantarse por entonces…]
El hecho prácticamente innegable en la actualidad es que el viernes, día de la nochebuena de 1.568 comienza el alzamiento morisco en las Alpujarras almerienses y granadinas, rebelión que también se inicia en la serranía de Ronda y en gran parte de la Axarquía de Málaga.

Juan de Ferreras

En Abla, parece ser que esta revuelta se inicia el 27 de diciembre de 1.568 y la población morisca abulense se une rápidamente a la revuelta como podemos ver en la siguiente crónica;
[…Tiene Guadix a poniente y al cierzo los términos de la ciudad de Granada, al mediodia el Marquesado que dicen del Zenete, que es tierra de señorío, y la Sierra Nevada, y a levante la ciudad de Baza. Caen en sus términos veinte y quatro lugares, sin los del Marquesado del Zenete, cuyos nombres son estos, La Peza, los Baños, Veas, Alares, Purrillena, Almáchar, Cortes, Greyena, Lúbros, Fonelas, Lopera, Darro, Diezma, Moreda, Alcudia, El Sigeni, Salabin, Cogollos de Guadix, Paulanza, Ixfiliana, Fiñana, Gor, Abla y Lauricena. Toda esta tierra es muy fértil, abundante de pan y de muchos granados; criase en ella mucha seda de morales, y los lugares estaban poblados por la mayor parte de Moriscos; y aun en la propria ciudad había más de quatrocientas casas de ellos, en medio de la cual está un castillo antiguo y maltratado, puesto en lo más alto de ella. Solo dos lugares de los que hemos dicho se alzaron en esta rebelión, que eran de señorío, llamados Abla y Lauricena, y estos están a la parte de Sierra Nevada…]
Pero incluso algunos abulenses llegan a capitanear algún que otro asalto a otras poblaciones en el inicio de la revuelta, como demuestra la crónica de Luís del Mármol Carvajal;
[…Los lugares de Iniza y Guarros fueron los primeros que se alzaron en esta taa el viernes víspera de pasqua de navidad. Lo primero que los rebeldes hicieron fue ir a casa de su beneficiado, que se decía el bachiller Biedma; y no le hallando allí, porque oyendo el alboroto se había escondido en la casa de un vecino que tenía por amigo, le saquearon la casa. Luego fueron a la iglesia y la destruyeron y robaron sin perdonar cosa sagrada, y la quemaron; y con deseo de vengar su ira en el sacerdote de Jesu-Christo, fueron a la casa donde estaba, y rompiendo las puertas, le sacaron y le llevaron desnudo y descalzo, las manos atadas atrás, por las calles haciéndole muchos malos tratamientos; y presentándole delante de los monfis y de los regidores de aquellos lugares, le dixeron dos de ellos, llamados Benito de Abla y Diego de Abla, si quería ser Moro, y que le dexarían la vida. Y como les respondiese, que tenían poca necesidad de darle tan mal consejo, porque él era Christiano, sacerdote de Jesu-Christo, y que había que morir por su santa fe catholica, le hicieron asentar en el suelo delante de ellos, y mandaron a los Moros mancebos que le jugasen a la ballesta; y después de haberle asaeteado, le dieron munchas cuchidadas y lanzadas; y echandole una soga al pescuezo, le entregaron a los muchachos, que lo llevasen arrastrando hasta un barranco fuera del lugar…]
Estos sucesos ocurrieron en los anejos de Paterna del Río, la desaparecida aldea de Iniza y la aún existente Guarros, cuyo artesonado de su iglesia nos muestra nuestro vínculo mudéjar.

Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, Guarros


Y la pregunta es bien sencilla, ¿Por qué se llegó a esta revuelta y en ese preciso momento?

Para ver la respuesta más aceptada por los historiadores tendremos que mirar muchos años atrás, concretamente hacia 1.526, en este año se aplica el “Decreto de la Junta de la Capilla Real de Granada”, este decreto regula de forma contundente la vida privada de los moriscos, su fe y sus costumbres, pero los moriscos consiguen prorrogar la aplicación del decreto ante el emperador Carlos I, comprando con dinero su aplazamiento durante 40 años.

Cuando pasan estos 40 años de prórroga, en 1.566 los sectores más radicales intentan de nuevo que se aplique, pero el rey Felipe II no está por la labor, sabedor de que ocasionará una revuelta, aunque al final cede y le encarga la redacción al inquisidor general Diego de Espinosa, personaje al que se le atribuye la autoría de dicho edicto real conocido como “Pragmática Sanción de 1.567”, edicto que empezó a hacerse cumplir el 1 de enero de 1.567.

Felipe II

El edicto pretendía que los moriscos cambiasen su forma de vida y a modo de ejemplo citaré algunos puntos del edicto; los moriscos tenían la obligación de aprender castellano en un plazo de tres años, pasados los cuales sería un delito escribir, hablar, o leer en lengua árabe, sus nombres árabes serían cambiados por nombres castellanos, se les obligaba totalmente a abandonar todas sus costumbres, incluso a bañarse, etc… con todos estos antecedentes parecen claros los motivos que desencadenaron la revuelta de 1.568, pero nada más cercano a la realidad, éste edicto fue la gota que colmó el vaso, pero el vaso estaba ya medio lleno hacía tiempo, como veremos.

El historiador accitano, Carlos Javier Garrido García, expone una causa principal de la revuelta, causa que comparto totalmente, la causa no es otra que de carácter socioeconómico;
[…La represión desplegada por las autoridades castellanas sobre las manifestaciones religiosas y culturales de los moriscos…se ha considerado siempre como la principal razón de las tensiones entre las comunidades castellana y morisca. Ello, siendo cierto, ha escondido las tensiones económicas, entre ambas comunidades, tensiones que también coadyuvaron, y en un grado nada despreciable, a la rebelión morisca de la navidad de 1.568…]

Carlos Javier Garrido expone a modo de ejemplo la situación en Guadix, Marquesado de Cenete y Fiñana, justo antes de la rebelión, en la que se puede palpar la diferencia existente entre castellanos y moriscos;
[…En las tres localidades de la zona habrá un total de 589 casas para igual número de vecinos, de los que la mayoría (468 vecinos) corresponderán a moriscos, mientras que los castellanos supondrán un contingente importante sólo en la repoblada Fiñana, donde se asentaban 100 vecinos castellanos, el 40% de su población total. Frente a su menor valor demográfico, los castellanos desarrollaron un fuerte movimiento de acumulación de propiedades. Así poseerán el 63,6% de los hornos de pan, el 50% de los molinos de aceite, el 30% de las tierras de regadío, el 67,6% de las de secano, el 42,7% de las viñas, y el 58,5% de la seda. Sólo en los casos de los molinos de pan, las huertas y el aceite, los castellanos tendrán un porcentaje inferior al de su volumen demográfico, seguramente por su menor inclinación a estas actividades productivas. Además, muchas de las propiedades que en el apeo eran definidas como de moriscos estaban hipotecadas por censos a favor de castellanos o bien eran propiedades de castellanos cedidas a los moriscos en censo perpetuo…]

Viendo estos datos se puede entender la causa principal de la rebelión de 1.568, pero otra pregunta puede asaltar al lector curioso. Si los castellanos dominaban la situación… ¿Por qué se promulgó el edicto que desencadenó la rebelión?.

Y ciertamente es una buena pregunta, para la que hay varias respuestas, la primera puede ser el miedo que había al Imperio Turco que junto a sus aliados del norte de África buscaban debilitar el poder imperial español, y como no, la población morisca había colaborado con éstos tanto en personal militar como con espías, ese miedo a una invasión musulmana empezando por Granada motivó un pánico silencioso como en el caso que ya vimos de Roma y Cartago, otro motivo era la proliferación de salteadores o bandoleros moriscos “monfies” que no paraban de atacar abiertamente a la población cristiana, y el último motivo puede ser un intento de homogeneizar la sociedad española del Estado Moderno.

Sea lo que sea, una cosa está clara, el principal motivo que llevó a estos sucesos, fuera de ideas, creencias o costumbres, fue el cáncer que ocasiona todos los males de la tierra y que ocasionó todos los males de la historia, el dinero.

Empezamos este pequeño relato con una cita de Jardiel Poncela y creo que deberíamos finalizar con otra de Montesquieu que dice así;

[Feliz el pueblo cuya historia se lee con aburrimiento]


Ya quisiera yo aburrirme con la nuestra.