Juan Sánchez. Crónica de una muerte anunciada. XIX·XII·MMX

En la pasada entrada recordamos la figura del doctor Joaquín Sicilia y Gallego y el magnífico relato que hizo sobre la epidemia de cólera morbo de 1855. Hoy he querido volver a hacer hincapié en este personaje,  y hoy vamos a poner la mirada un poco más atrás.




En el periódico médico nacional "Archivo de la medicina española y estrangera"  volvemos a encontrar un relato de nuestro querido paisano, concretamente en el número 4, tomo I, fechado en abril de 1846, página 279, nuestro doctor nos relatará el  caso de Juan Sánchez, caso que creo merece un lugar en este blog, dice así;  
Juan Sánchez, natural de Abrucena, edad 24 años, temperamento sanguíneo y ejercicio pastor, en vísperas de pascua desolló un cabrito que, según el lenguaje de los pastores, había muerto de endeblez.

A los pocos días le apareció un grano (según dijo) con picazón en el lado derecho del cuello sobre el músculo externo cleido-mastoideo, cerca del ángulo de la mandíbula. Vivía en un cortijo y por consejo de la familia se aplicó un parche de excremento de puerco; pero el mal fue creciendo y por fin se determinó que viniese a Abla en busca mía.

El día 29 de diciembre, primero de observación, noté los síntomas siguientes: inquietud y temores respecto a su porvenir; pulso lleno y frecuente, ojos brillantes, ronquera, disnea y tos seca, dolor de cabeza gravativo, lengua cubierta de una ligera mucosa, poca sed, anorexia, tumefacción edematosa del lado derecho de la cara, cuello y parte superior del pecho, y en el punto indicado una escara gangrenosa. Por de pronto le mandé una sangría del brazo de diez onzas, dieta de sustancia de arroz, y una cataplasma emoliente al punto afecto, dudoso de su verdadera naturaleza, porque no presentaba todos los caracteres de pústula maligna, y no pudieron darme noticia exacta sobre el modo de aparecer. Por la tarde se repitió la sangría, y la disnea remitió. El mismo plan por la noche, añadiendo solamente una infusión de manzanilla con unas gotas de amoniaco, con la advertencia de que me llamasen si ocurría alguna novedad. En efecto, serían las cuatro de la mañana del día 30 cuando me llamaron y le encontré con aumento de todos los síntomas: la tumefacción no permitía abrir el ojo derecho, producía constricción en el cuello, el pecho estaba tumefacto y erisipelado, y había flictenas alrededor de la escara. Le mandé administrar el viático: circunscribí la escara gangrenosa con incisiones que solo interesaron la piel y tejido celular subcutáneo, y apliqué el cauterio actual a la escara. Como esta era extensa y el cauterio no la cubrió toda, quedó un punto sospechoso, y resistiendo el enfermo otra nueva aplicación del cauterio actual, me valí de la pasta de Viena; pero no habiendo graduado bien su aplicación, continuaban los síntomas en aumento hasta que por la tarde hice otra nueva aplicación de dicha pasta, y desde aquel momento dejaron los síntomas de agravarse. Le mandé unos fomentos de quina y alcanfor al sitio afecto, e interiormente un cocimiento de corteza de encina y quina, y caldo.

Día 31. Pulso sumamente débil; la escara no progresaba, pero el tejido de la circunferencia permanecía débil: adipsia, capa de la lengua mas gruesa, peso al epigastrio. Los demás síntomas lo mismo.
Prescripción: Un emético; fomento de aguardiente alcanforado, caldo con la adicción de una cucharada de vino generoso.

Día 1 de enero. La voz más clara, el pulso más reanimado, la escara limitada por un círculo rojo, la tumefacción había disminuido mucho y la constricción del cuello no era tanta: había algún apetito.
Prescripción: La misma menos el emético.

Día 2. Rotura de flictenas; principiaba la supuración; había sed, lengua encendida y seca sin apetito, dolor al epigastrio, fiebre.
Prescripción: Naranjadas, cataplasmas emolientes al epigastrio, enema emoliente y caldo de pollo: suspensión de los demás remedios internos y continuación de los externos. Por la tarde había desaparecido la sed, la lengua estaba de color natural y no se advertía dolor al epigastrio, apetito, caldo de gallina.

Día 3. Podía abrir los ojos, no había tos ni constricción en el cuello: alrededor de la escara se había establecido la supuración, y de nuevo se presentó el apetito.
Prescripción: Ungüento digestivo para curar la escara y media ración.

Día 4. Seguía mejor y se levantó: ración.

Día 5. En este día me manifestó que quería irse a su cortijo; pero le aconsejé lo dejase para el día 7.

Día 6. Seguía bien.

Día 7. Antes de ir a misa para marchar al cortijo, sintió alguna incomodidad en el estómago, que consistía en un ligero dolor ardoroso y se le advirtió un poco de amarillez, no obstante lo cual fue a misa; pero no bien hubo llegado a la iglesia cuando sintió un dolor fuerte en el estómago y una sensación muy grande de ardor, frío en las extremidades y desmayos. Se le trasladó a la casa y sobrevino un vómito de sangre. Al momento me llamaron y le prescribí una sangría del brazo de diez onzas, cataplasma de hielo al vientre, que no quiso resistir, y una cucharada pequeña de posca helada, de tres en tres minutos: de dos en dos horas una dosis de cocimiento de raíz de ratania. A las doce de este día repitió la gastrorragia y le añadí paños fríos de oxicrato al vientre. Serían las diez de la noche cuando fui a verle y le encontré con el pulso muy pequeño, nauseas, lipotimias, frío en las extremidades y demás síntomas que indicaban otro ataque, por lo que pronostiqué una muerte próxima. Le mandé además lavativas y limonada sulfúrica.

En esta misma noche expiró con un vómito.

Hasta aquí el Sr. Sicilia.

El doctor nombraría a su estudio "Observación de una pústula maligna, o carbunco, que se contuvo por los medios ordinarios; sucediendo en seguida una gastroragia que ocasionó la muerte" .

Desde el periódico se haría la siguiente reflexión;

Si bien en lo relativo a la pústula maligna o carbunco que padeció este enfermo, no hay cosa que salga del orden natural, siendo notable únicamente la eficacia de los medios terapéuticos empleados, cuando ya se encontraba el mal muy adelantado; merece llamar la atención la enfermedad que vino a poner término a su vida, por si hay alguna relación entre ella y la que precedió que nosotros consideramos más bien como un carbunco que como una pústula maligna. ¿Existiría tal vez un carbunco en el estómago o los intestinos, como los que tantas veces han observado los veterinarios en las vísceras de los animales, y por eso la hematemesis que sólo puede considerarse como sintomática? ¿No pudiera servir en apoyo de esta opinión el ardor abrasador que experimentó el enfermo? De lamentar es que la autopsia no haya ilustrado este caso tornándole más útil para la ciencia; pero raras veces pueden proceder a ella los profesores de los pueblos, siquiera sean tan celosos y aplicados como lo es el autor de esta observación.

El carbunco nos puede parecer una enfermedad un tanto desconocida hoy en día, pero si en vez de carbunco la llamásemos por el nombre que hoy es conocida "Anthrax" la percepción cambia ya que es una infección ligada a la guerra bacteriológica. Pero el hecho es ese, Juan Sánchez murió por "Anthrax" infección común en los peleteros y ganaderos de la épòca ya que era transmitida por el ganado al hombre.

La historia nos ha llevado a conocer un poco a D. Joaquín Sicilia y Gallego, el médico de Abla que llegó a ser médico del Rey, pero el presente suele dar más sorpresas que el pasado, y para mi ha sido una grata sorpresa saber que desde noviembre de 2006, el Director del Instituto Anatómico Forense de Madrid es D. Eduardo Andreu Tena, el cuál es tataranieto de nuestro paisano D. Joaquín Sicilia y Gallego.


Joaquín Sicilia y Gallego y su tataranieto Eduardo Andreu Tena

Entre estas dos imágenes hay más de 160 años de diferencia, pero en la sangre y en el espíritu no hay ni pizca de diferencia... y eso me encanta.

5 comentarios:

juanma dijo...

parra una precision antrax es como llaman al polvo que produce la enfermedad,pero como todo en esta vida moderna se ha fundidio en una sola cosa y enfermedad y lo que la produce se han combertido en una sola cosa

Indalecio dijo...

Juanma, el ántrax - en español se escribe sin hache- es lo mismo que el carbunco. El polvo al que te refieres son las esporas de la bacteria Bacillus anthracis que lo causa.

Francisco Javier González Sánchez dijo...

Gracias por vuestros comentarios, pero...no tengo ni puñetera idea de medicina y de biología ni hablemos, lo único que tengo por cierto es que Juan Sánchez murió por carbunco y que hoy "creo" le dicén ántrax (en español) a esa infección. Gracias otra vez por seguir el blog. Y si hay algún médico por ahí... que eche un cable.

Anónimo dijo...

Hey, I am checking this blog using the phone and this appears to be kind of odd. Thought you'd wish to know. This is a great write-up nevertheless, did not mess that up.

- David

Unknown dijo...

es curioso lo de la sangría de diez onzas...en aquellos años y con los conocimientos y medios que tenían...
Gracias por tu blog, me encanta